Malin Pettersen, con Number and a Street, ha convertido una dirección cualquiera en un mapa emocional. Lo que antes fue refugio, risa, rutina compartida, ahora es apenas una fachada más en el camino. En esta nueva producción, más robusta y deseosa, la artista ha construido un himno de folk indie melancólico que suena íntimo y expansivo al mismo tiempo.
La instrumentación, en lugar de empujarnos, nos acaricia a través de guitarras cálidas, una base sólida y la voz de Malin que se mueve cargada de memoria. La narrativa se mueve entre imágenes cotidianas, como un café, una escalera o un viejo radio, las cuales cobran peso emocional sin esfuerzo, es casi como si se hubieran quedado flotando en el aire tras una despedida no concluida.
La artista nos canta desde la distancia del tiempo, con cero dramatismos pero sí se incluye una dosis de vulnerabilidad de quienes aún se preguntan si están y serán recordadas. Esta canción duele aunque no grite; se nos instala en la mente suave, como si fuera un pensamiento que vuelve cuando menos lo esperamos.
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