Una canción que no pide permiso para entrar no solo en tus oídos, si no en todo tu ser al metafóricamente agarrarte del brazo y adentrarte junto con ella en una experiencia sonora inmersiva y perfecta para aquellos que están listos para cerrar ciclos, pero eso sí... ¡Con las ventanas abiertas y el volumen al máximo!
Emi Grace encontró la fórmula perfecta para mezclar lo explosivo del rock, lo melodioso y contagioso del pop y obtener un sonido personal que se siente tan fresco como familiar para poder crear una canción que se sienta como una tormenta emocional pero que está disfrazada en forma de una pieza enérgica.
Las guitarras alucinantes, con riffs potentes y adictivos desde el primer segundo, son sin duda la base perfecta para la canción, y las que se encargan con precisión de marcar el pulso y abrir camino de ésta experiencia sonora.
Sin duda, lo que más energía y emoción le da a esta canción es la letra, que es directa y sin rodeos. La artista reflexiona sobre una relación tóxica, pero lo que la diferencia, es que no es desde el punto de vista de la victimización, sino que habla desde un lado fúrico, de donde se saca la fuerza, claridad y poder. El mensaje por si solo es poderoso, pero con la increíble entrega vocal de Emi, que lleva perfecto el control, la lírica adquiere aún más fuerza y ahora se siente como un grito de libertad.
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