Prepárate para entrar a un paisaje sonoro delicado y melancólico que encapsula una contradicción muy moderna: la promesa de cercanía en esta era digital, frente a la experiencia de una desconexión real. Gracias a una instrumentación de folk popero sutil y cálido, esta canción nos va deshilando una narrativa íntima sobre vínculos que se esfuman entre pantallas, filtros y líneas de tiempo.
Es una canción que funciona como una reflexión casi filosófica sobre lo que implica -tocarse- en un mundo en donde lo físico está siendo reemplazado por simulaciones, en donde los gestos de afectos parece que nunca terminan de concretarse. Aquí existe una ternura persistente en la voz que interpreta, pero también hay un trasfondo de una frustración que cala en cada verso: ese anhelo de una conexión más allá de lo digital.
Es una canción en la que podemos reflexionar y entender que hay momentos en el que las redes nos acercan a todos pero nos alejan de nosotros mismos, y al final se recibe una invitación a volver a lo real.
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