El verdadero ejemplo de cuando una canción no solo se escucha, si no que se siente. Kelzich nos regala una poderosa declaración de fe, donde se aprecia que el góspel se está reinventando con una energía fresca y contemporánea.
A través de una fusión vibrante de una lírica espiritual y ritmos contundentes, el tema se mueve fácilmente entre lo melódico y lo rítmico, así como también entre la oración cantada y el verso que arde con propósito. La música resuena como un llamado al alma con melodías conmovedoras que acarician suavemente, y con versos de rap intensos y apasionados intencionados para sacudir el espíritu.
Y no por estar enfocada a cierto público, en realidad cualquiera podrá disfrutarla; es una producción moderna, dinámica, y demuestra que dar y recibir mensajes a través de la música no está limitado por estilo ni forma. Tiene el don único de conmover sin esfuerzo, de hablarle tanto al creyente como al que busca algo más.
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